Si queremos que todo cambie nosotros también deberemos hacerlo

Economista
Mientras el presidente Milei está en Washington en busca de un nuevo acuerdo con el FMI, los argentinos se encuentran a la espera de lo que podría significar un nuevo esquema cambiario para nuestro país. ¿Va la Argentina a un sistema de flotación? ¿Será éste entre bandas? ¿Se unificará el mercado de cambios? Todas estas preguntas tendrán respuesta prontamente y nos hacen mirar a nosotros mismos.
En realidad, es precisamente porque las personas adaptan su comportamiento a lo que les pasa que todos los efectos macroeconómicos tienen su reflejo a nivel microeconómico. La demanda de divisas extranjeras; la búsqueda constante de información; la actividad especulativa; la contracción del horizonte temporal de decisiones; los contratos a período reducido; el resentimiento de fondos para la inversión; la puja redistributiva; son todos comportamientos que hemos aprendido con el tiempo, empujados por una economía con altos niveles de inflación. Como si de una secuela psicológica generalizada se tratara, nos hemos acostumbrado a vivir con una alta inestabilidad durante tanto tiempo, que todas estas conductas se han hecho parte de nosotros. Y sin embargo, solo cuando el agua baja pueden verse todos los males que dejó la inundación. La incógnita entonces es: ahora que las cosas están a punto de cambiar, ¿seremos capaces de hacerlo nosotros?
La nueva economía argentina
La economía argentina está atravesando ya desde 2024 un cambio de régimen, caracterizado hasta ahora por una fuerte baja de la inflación y amplia desregulación. En menor medida todavía, también por la apertura al mundo y un alejamiento del proteccionismo. Con esto, un hecho inescapable: la forma de producir en nuestro país está cambiando.
Para empezar, ya no es posible trasladar toda ineficiencia a precios, porque con menor variabilidad de estos la gente ahora sabe qué es caro y qué es barato. En segundo lugar, vuelve a primar la parte real de la economía sobre la parte financiera. Hasta hace poco, el éxito de las empresas argentinas se basaba en sus decisiones sobre qué hacer con los pesos: si suscribir plazos fijos, comprar letras, acumular stocks, etc. Eso hoy es diferente, y la forma de triunfar es produciendo algo mejor para los consumidores. Por último, el costo argentino se hace mucho más fácil de notar. La argentina está cara y eso es más evidente en medida que nuestra moneda deja de perder valor.
Con lo anterior, surgen demandas que miran al tipo de cambio. Se dice que, con un tipo de cambio más bajo, la Argentina no es competitiva. Así, se deduce que la respuesta obvia es una devaluación, con presiones que tienen sentido solo mientras continúe la imposición del cepo. Pero como resquicio del corporativismo de la vieja economía, lo que se propone es nuevamente fuego cruzado entre sectores. Ya que, a fin de cuentas, la devaluación implica demoler el salario de los argentinos. Con esto, sorprende ver que para muchos grupos el modelo de la Argentina con alta inflación si era beneficioso: al tener costos en pesos que no valían nada y cobrar en dólares, podían obtener ganancias extraordinarias, pero a costa de todos los argentinos que reciben sus sueldos en moneda local. Más aún, extraña ver cómo se gastan esfuerzos en atacar al primer gobierno que desregula y reduce la carga del Estado en mucho tiempo, en lugar de poner esa misma energía en señalar las causas reales del costo argentino: los impuestos, tasas, regulaciones -que mucho dependen de gobiernos locales y provinciales más que del Estado Nacional-, inseguridad jurídica, regímenes especiales, costos logísticos y otros.
"ya no es posible trasladar toda ineficiencia a precios, porque con menor variabilidad de estos la gente ahora sabe qué es caro y qué es barato"
Con todo, tan rápido y repentino parece haber sido el éxito económico de la actual administración, que pronto se ha olvidado el riesgo que sigue al acecho, pero que vimos en las calles los días 12 y 19 de marzo. El punto entonces es, que, incluso cuando muchas demandas puedan tener cierta razón, no sea que por confundir al enemigo volvamos a las andadas de la vieja economía, y desperdiciemos la que posiblemente sea nuestra última oportunidad de cambiar a la Argentina.
En esta línea, hay que aceptar que en medida que la Argentina se normalice muchos de los problemas que antes no veíamos van a hacerse más obvios. No obstante, las propuestas que guíen el accionar del gobierno deben basarse en el bienestar general, y no en demandas sectoriales. Una vez liberado el mercado de cambios, deberemos aceptar que el valor de nuestra moneda frente al dólar se forme libremente, y, en una u otra dirección que pueda moverse, no es evidente que el resultado vaya a ser igual de bueno para todos.
Con lo anterior, la regla de la nueva economía es que ya no hay intocables; para que este modelo triunfe todos debemos ceder algo: las personas debemos pagar tarifas que reflejen el valor real de lo que consumimos; los empresarios enfocarse en la producción real; el gobierno dejar sus privilegios; los exportadores aceptar pagar sueldos más altos en dólares; los sindicatos firmar paritarias razonables; los importadores operar con un tipo de cambio no diferencial; la industria competir; los gobernadores bajar impuestos. Finalmente, el liberalismo no es una lucha por el poder donde todos buscan beneficios especiales para llegar a la cima -el corporativismo lo es- sino que lo que verdaderamente significa liberalismo es que las reglas de juego son justas e iguales para todos: es el terreno donde triunfan el mérito y el esfuerzo.
Deben abandonarse también las respuestas fáciles: la varita mágica no existe y los temas de la realidad son complejos. En un país con tantas injusticias, todos tienen objeciones válidas, pero en el largo plazo nada mejorará si siempre que buscamos resolver nuestros problemas es a costa de todos los demás, en lugar de atacar las causas de fondo. Por lo pronto, si se devalúa y suben los precios, la devaluación no habrá servido para hacernos más competitivos.
Por qué esta vez es diferente
Recordando, solo hubo dos veces donde la Argentina pudo acabar con la inflación: la primera fue en los treinta años a partir de la Ley de Conversión de 1899, sancionada en el segundo gobierno de Julio Argentino Roca, que fijaba el peso en paridad al oro utilizando la Caja de Conversión creada años atrás por Carlos Pellegrini, tras la crisis de Baring y la caída del presidente Juárez Celman. La otra fue en los 90, cuando el exministro Domingo Cavallo aplicó la Ley de Convertibilidad, igualando el peso al dólar durante la presidencia de Carlos Menem. Estas dos veces, sin embargo, lo que redujo la inflación fueron leyes. Es decir, en ambas ocasiones se usó la fuerza del gobierno para fijar precios. Así, ambos sistemas fueron inflexibles y no permitían que el valor de nuestra moneda se ajuste a los cambios de una economía abierta. Como no podía ser de otra forma, ambos terminaron en crisis cuando se tornaron insostenibles, con la depresión del 29 y los shocks externos que nos llevaron al 2001.
La razón por la que esta vez es diferente es que es la primera vez que se consigue bajar fuertemente la inflación simplemente acercando la oferta y la demanda de pesos, sin cambio tampoco de signo monetario como en el Plan Austral. Con esto, una vez unificado y liberado el mercado de cambios, entonces ya no podrá hablarse de sobre apreciación o atraso cambiario, sino que el precio de nuestra moneda será fijado por el mercado, evitando así la rigidez que llevó al fracaso de los intentos anteriores.
Por último, si la Argentina consigue en estos días cerrar el acuerdo con el Fondo para recomponer reservas y logra salir del cepo, entonces habrá alcanzado una normalidad que nos resultará extraña. Pero esta vez no tiramos la llave por la ventana ni nos atamos de manos. Esta vez, el éxito del sistema dependerá de todos nosotros, y de que podamos adaptar nuestro comportamiento microeconómico a la nueva macroeconomía.
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hay que aceptar que en medida que la Argentina se normalice muchos de los problemas que antes no veíamos van a hacerse más obvios
Fuente: www.NetNews.com.ar
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