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ECONOMÍA 08.11.2022

La nueva normalidad: más cepo, más inflación, ¿podemos salir?

Tras el final del ‘dólar soja’, el Banco Central volvió a la normalidad. Registró un saldo neto vendedor en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), que no es libre ni único, de US$371 millones en octubre. Esto se compara con un saldo positivo de US$ 4.966 millones en septiembre, fruto del adelantamiento de la liquidación de exportaciones del complejo sojero.

 

Terminado el efecto positivo, y transitorio, del ‘dólar soja’, la realidad se volvió a imponer y el BCRA perdió nuevamente reservas. Es lógico que así sea; el cepo cambiario implica la defensa de un tipo de cambio que no refleja la verdadera depreciación del peso. En otras palabras, se está defendiendo un precio de la moneda argentina que no es de equilibrio y, para hacerlo, el Central debe aumentar la oferta de divisas vendiendo reservas.

La situación es incluso más preocupante si tenemos en cuenta algunos efectos específicos que se sumaron en octubre. Desde el 17 del mes, el gobierno lanzó el nuevo Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA), lo que en la práctica significó que por varios días no se realizaran trámites de importaciones, supuestamente por las adecuaciones necesarias para el otorgamiento de licencias de importación bajo el nuevo régimen.

 

"el gobierno va excluyendo cada vez a más actores del MULC, buscando generar un equilibrio entre lo que es el flujo de ingresos de divisas por exportaciones y la salida por pagos de importaciones"

 

 

El gobierno aprovechó la oportunidad para ampliar el universo de bienes que están sujetos de Licencias No Automáticas de importación, es decir, sobre los cuales puede establecer una cuota de importación discrecional. En total, más de 40% de las líneas arancelarias están bajo esta situación.

Además, como complemento a la medida, el Central modificó la normativa cambiaria sobre comercio exterior, restringiendo aún más el acceso al MULC para el pago de importaciones (Comunicación “A” 7622 del 17/10/2022).

En otras palabras, el gobierno va excluyendo cada vez a más actores del MULC, buscando generar un equilibrio entre lo que es el flujo de ingresos de divisas por exportaciones y la salida por pagos de importaciones. No puede ser de otra forma, ya que casi no hay stocks para compensar las diferencias. Los desembolsos adicionales de organismos internacionales podrán otorgar algo de aire de corto plazo, pero no servirán para cambiar la dinámica de fondo.

En el camino, las distorsiones para los sectores productivos son cada vez más profundas. El pago de importaciones se está convirtiendo en un verdadero dolor de cabeza, ya que el Central está cerrando el grifo para el pago anticipado, lo que es práctica usual en el mundo. Esto amenaza con dejar a las empresas argentinas en condiciones muy desfavorables para el acceso a insumos. Y a los consumidores argentinos, ni hablar.

Solo en septiembre de 2022, los pagos pendientes de importaciones superaron los US$ 1.000 millones. Calculada esta variable como la diferencia entre las importaciones registradas en el intercambio comercial (devengadas) y las registradas en balance cambiario (pagadas). Esta brecha, la más alta desde 2019, refleja las restricciones adicionales que ha ido imponiendo el gobierno para el pago efectivo de importaciones.

Por otro lado, la medida de permitir a importadores el pago con divisas propias no es de extrañar, ya que busca descomprimir la presión sobre las escasas reservas del BCRA. Ya se venía adelantando algo de este estilo en el Proyecto de Ley de Presupuesto 2023, donde se introdujo un artículo para permitir el blanqueo de divisas de las empresas, que luego solo se podrán usar para el pago de importaciones.

Lo negativo es que potencialmente se podrá introducir una nueva discrecionalidad del gobierno, ¿Qué empresas y qué productos podrán pagar con divisas propias? La lógica indica que se aplique para los sectores que hoy ya están prácticamente cerrados (autopartes, por ejemplo) o cuyos precios ya actualizaron a un tipo de cambio cercano al financiero. En cambio, seguirán corriendo por el MULC, con un tipo de cambio más bajo, los bienes que impactan directamente en la canasta básica, como alimentos y bebidas.

 

"El desafío del gobierno que decida finalmente eliminar el actual control de cambios será el de recrear esa misma credibilidad. Solo que esta vez será más difícil"

 

Esto es así porque la salida del MULC implicaría un salto en los precios de estos bienes que se reflejaría directamente en el índice de precios al consumidor. Por ejemplo, una suba de los alimentos del 30%, similar a la que se dio en 2016 cuando el tipo de cambio oficial subió de $/US$ 9 a $/US$ 15, lo que implicaría una suba adicional en el IPC de 8 puntos. Esto con sus evidentes consecuencias en términos de pobreza y con serios riesgos de profundizar el desanclaje en las expectativas de inflación.

Para lo que resta del año, desde la Fundación Libertad y Progreso esperamos que la inflación se sostenga por encima del 6,5% mensual. Esto haría que 2022 cierre con un alza promedio en los precios al consumidor de 106%, la más alta desde la hiperinflación de principios de la década de 1990. Introduciendo una odiosa comparación, Ucrania registró en septiembre una inflación de 25% anual. Un salto cambiario en estas condiciones resulta riesgoso, por lo menos.

 

¿Podemos salir?

La situación es más o menos la siguiente. La economía no puede seguir con cepo cambiario. Pero salir del cepo tendría costos en términos de un salto en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) que aumentaría aún más los registros de inflación y la pobreza. Parece un rompecabezas difícil de desarmar.

La clave es la credibilidad que pueda conseguir el gobierno que decida salir del cepo. Recordemos la experiencia de 2016. En ese año, el gobierno decidió la salida del cepo cambiario y el establecimiento de un régimen de flotación (no había demasiadas opciones más, ya que el BCRA no tenía reservas propias). Lejos de la corrida cambiaria, el tipo de cambio se equilibró por debajo de lo que eran los tipos de cambio financieros o el informal. Si bien hubo un salto en algunos precios, algo que era inevitable, no fue una salida del cepo traumática ni con elevados costos en términos de pobreza y actividad económica. Es más, ese mismo año la normalización del mercado cambiario contribuyó a que la economía volviese a crecer, y sobre bases más sólidas.

Pero ¿en qué se creyó? En que se iban a realizar reformas para que las reglas económicas en Argentina mejorasen. Eso permitió recuperar la demanda de dinero y fomentó el ingreso de recursos al ecosistema financiero y productivo argentino. Lo que a su vez habilitó la mencionada salida no traumática del cepo.

El desafío del gobierno que decida finalmente eliminar el actual control de cambios será el de recrear esa misma credibilidad. Solo que esta vez será más difícil. Es probable que el mercado, y por mercado nos referimos a todos los argentinos, exija más que anuncios, sino que se deberán empezar a implementar cambios para que empiece el proceso de recuperación de la credibilidad. Lo positivo es que a medida que se vaya avanzando, la recuperación de la confianza se irá retroalimentando, haciendo que cada paso adicional sea más fácil que el anterior.

 

 

 

 

 

Fuente: www.NetNews.com.ar

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