La baja de retenciones y sus efectos de corto, mediano y largo plazo

Director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano.
En el cierre de la Exposición Rural, el gobierno anunció la marcha atrás con las retenciones para el maíz y la soja restableciendo los niveles que en forma temporaria habían regido hasta el 30 de junio. Ello implica una mejora de unos U$S 25 por tonelada de soja y unos U$S 8 por tonelada de maíz.
También se redujeron las retenciones a la carne aviar y vacuna del 6,75 al 5%.
La reducción de retenciones tiene un impacto directo en el tipo de cambio efectivo que reciben los exportadores agropecuarios. Cada punto porcentual menos en retenciones implica un mayor ingreso para el productor, fortaleciendo los márgenes económicos y estimulando la producción orientada a mercados externos.
Pero no terminan allí los beneficios que el mes de julio acarreó para los productores agropecuarios. En efecto, el aumento en la cotización del dólar que subió de $ 1.220 a $ 1.320 se sumó a la citada baja de retenciones.
Ello implica que el tipo de cambio efectivo se vio beneficiado por las dos vías. El tipo de cambio efectivo es el tipo de cambio nominal menos las retenciones que se aplican a cada producto. Por ejemplo, en el caso de la soja el tipo de cambio efectivo pasó de $ 817 a $ 1.003 por dólar exportado.
Al coincidir los anuncios con el inicio de la siembra de la cosecha gruesa se espera una ampliación del área sembrada con dichos cultivos para el periodo 2025/2026. Asimismo, la medida fue acompañada por la eliminación total de las retenciones para las economías regionales, lo que contribuye a descentralizar los beneficios y expandir el impacto territorial.
La mejora en la rentabilidad sobre el precio internacional permitiría incrementar la oferta exportadora y potenciar la entrada de divisas. Ya en 2024, el sector agroindustrial había mostrado signos de recuperación: las exportaciones crecieron 25% anual (US$9,537 millones adicionales respecto al año previo), consolidando al agro como responsable de 6 de cada 10 dólares ingresados al país y logrando un superávit comercial récord.
Esta mejora en el tipo de cambio neto para las exportaciones tiende a compensar los efectos de la apreciación del peso argentino en 2024. El fuerte aumento de valor del peso (más de 40% en términos reales frente a una canasta de monedas) encareció los productos argentinos en dólares, lo que redujo la competitividad internacional de los exportadores aunque contribuyó a reducir la inflación.
Sin embargo, persisten las incógnitas respecto a cuál será el tipo de cambio que regirá al momento de liquidar la presente cosecha y si volverá la tendencia a la apreciación del peso.
La incertidumbre cambiaria
Más allá de saber cuál es el valor de equilibrio del tipo de cambio, hay una realidad insoslayable. Para una gran parte de los agentes económicos el tipo de cambio está atrasado y esperan un ajuste luego del acto electoral de octubre. A partir de este diagnóstico –sea o no correcto- actúan en consecuencia: adelantan las importaciones, atrasan las exportaciones y vacacionan en el exterior.
Se genera así una suerte de profecía autocumplida. Aumenta la demanda de dólares, se reduce su oferta y crece la presión sobre la cotización de la divisa americana. A todo ello se suman las compras que subrepticiamente lleva a cabo el sector oficial para tratar de achicar el nivel de incumplimiento con el FMI que, a fines de junio, fue de unos 4.500 millones de dólares.
Todo ello en el marco de un proceso electoral, periodo en el cual tradicionalmente los agentes económicos en Argentina tienden a dolarizar sus carteras como forma de prevenir eventuales sorpresas.
El origen de las retenciones en Argentina
La necesidad de contar con un régimen de tipos de cambio múltiples ha sido sostenida por quienes argumentan que en la economía argentina coexisten dos sectores: el sector agropecuario que trabaja a costos internacionales y el sector industrial que tiene un nivel de costos considerablemente superior al internacional. Por tanto, para que el sector industrial sea competitivo se requiere que cuente con un tipo de cambio superior al del sector agropecuario. Ello se logra mediante la aplicación de retenciones al sector agropecuario mientras las exportaciones industriales perciben el tipo de cambio pleno.
Del mismo modo, se requiere un tipo de cambio “alto” para las importaciones de modo de proteger a la industria nacional de la competencia externa.
Estas son las ideas que han llevado a optar, en distintos periodos, por un régimen de tipos de cambio múltiples.
Las retenciones en la Argentina en la era moderna fueron introducidas por el Dr..Adalbert Krieger Vasena en 1967, a poco de asumir como ministro de Economía del gobierno del teniente general Onganía. Fueron instrumentadas para compensar la fuerte devaluación con que dicho ministro inauguró su gestión.
Esta fue la misma razón que llevó a restablecerlas tras la maxidevaluación de comienzos de 2002, tratando de atenuar el impacto de la misma sobre los precios internos.
En efecto, tras la crisis de fines de 2001, el dólar pasó de valer un peso a cotizarse a $4, para finalmente estabilizarse en $3.
Perspectivas actuales
La baja de retenciones anunciada y oficializada en julio de 2025 representa una reforma significativa en el esquema fiscal y productivo de los últimos años.
En primer lugar, debe tenerse en cuenta que cuando el tipo de cambio es fijo y se establece una retención sobre las exportaciones, la misma recae totalmente sobre los oferentes que perciben el precio internacional del producto exportado menos el importe de la retención.
No necesariamente ocurre así cuando existe un tipo de cambio flexible como sudede en la actualidad.
En este caso, la retención se traslada en mayor o menor medida al tipo de cambio, dependiendo de las elasticidades de las curvas de demanda y oferta de divisas. Solo en los casos extremos en que la demanda fuera infinitamente elástica o que la oferta fuera perfectamente inelástica la retención recaerá totalmente sobre los oferentes. Fuera de estos casos extremos, la retención recaerá total o parcialmente sobre los importadores a través de su traslado al tipo de cambio de equilibrio.
Por tanto, cuando existe un tipo de cambio flexible, parte de la baja de retenciones se traduce en una caída del tipo de cambio de equilibrio.
La reducción y eliminación permanente de las retenciones a las exportaciones agropecuarias y de economías regionales implementada por el Gobierno de Javier Milei implica una “devaluación fiscal” de entre 20% y 26% para el sector. Este incentivo debería motivar a los productores a expandir la superficie sembrada y a liquidar los stocks agrícolas de la cosecha anterior.
Las proyecciones estiman un crecimiento de aquí a 2035 de un 8% en la producción primaria de granos y exportaciones adicionales de US$28,800 millones, favoreciendo la entrada de dólares y la acumulación de reservas internacionales. De hecho, el volumen comercializado durante el primer semestre de 2025 fue récord, superando los US$21,000 millones, a pesar de los bajos precios internacionales.
Impacto en los precios internos y en los consumidores
La baja de retenciones tiene consecuencias sobre la formación de precios de alimentos y productos derivados con alta incidencia en la canasta básica y el consumo nacional.
En particular, la reducción de retenciones al maíz, insumo fundamental en la cadena de alimentación de ganado y pollos, generó inquietudes sobre eventuales subas en los precios de la carne y derivados. También en el caso de las retenciones al trigo, girasol y carne vacuna es dable esperar efectos similares. Empero, el efecto fue atenuado por la deflación en alimentos registrada a fines de julio 2025 y la contención en el precio de los servicios públicos, que absorbieron parte del impacto inflacionario. Sin embargo, ya a comienzos de agosto se comenzó a verificar el traslado a precios de la devaluación (passthrough).
Conclusión
La reducción y eliminación de las retenciones en julio de 2025 debería producir un efecto positivo sobre la competitividad, la liquidez, la inversión y la previsibilidad del sector agroexportador argentino. Sus consecuencias inmediatas incluyen mayor producción y exportaciones, alivio fiscal para las economías regionales, expectativas positivas de inversión y mejora en la eficiencia empresarial.
Fuente: www.NetNews.com.ar
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