Lunes, 20 de Octubre de 2025 | 11:56

“Lo que más se teme es que se produzca un nuevo default de la deuda pública”

Por Pablo Tigani, Profesor de Tópicos Avanzados en el MBA de UADE Business School, conferencista invitado de OEA, FGV; Máster en Política Económica Internacional, Doctor Ciencia Política. Presidente de www.hacer.com.ar  Autor de 6 libros. “Pablo Tigani” en Youtube y http://pablotigani.blogspot.com.ar/

En abril, me hallaba ayudando a entender lo que sucede en la Argentina en la ciudad de New York. Universidad de Columbia, Naciones Unidas, empresas de Fixed Incomes, Prívate Equity Funds, Compañías de Ratings, Individual Investors, Capital Markets, y círculos de interés. Trabajo espinoso. De a un público por vez. Recapitulando, recuerdo una reunión de más de dos horas con los ejecutivos de un banco “top five”. La ilusión que advertí en ellos en diciembre, se había transformado en temor promediando el coloquio de marzo.

 

Volver cada tres meses a Manhattan, con la actual realidad argentina, no es lo que un profesional-académico quiere sufrir. La evolución de los indicadores, la gobernabilidad del sistema y los resultados corporativos son claramente adversos. No es fácil explicar preguntas tales: -¿Cómo es que un banco o empresa que tuvo utilidades y distribuyó dividendos por tres años consecutivos, vale menos en dólares que si hubiera dado perdidas?- Recuerdo que en diciembre, las cosas lucían menos sospechosas para JPMorgan -a juzgar por el Riesgo País-; por lo menos Ecuador, Ucrania y Egipto expresaban primas de riesgo análogas a las argentinas.

 

Se descorrió el velo, es pública no solo la caída de la demanda de activos argentinos, sino el violento derrumbe de las diferentes actividades. Por consiguiente la formulación abstracta de la “revolución de la alegría” que hacía posible una visión optimista, era una cubierta engañosa, que ha implicado un gran retroceso. La situación actual, ni era imprevisible, ni fue un problema generalizado de flujos de capitales hacia los países emergentes como se garabateó en 2018. Tampoco se puede eludir la responsabilidad de la “codicia del banquero”. He podido percibir cuanto ayudaron los spreads y las comisiones de los corredores de bonos, y todo lo que hicieron para que el que el elastómero se extendiera.

 

En la Argentina se disimuló una verdadera hecatombe mediante todo tipo de falacias. En Nueva York las aprovecharon y mercantilizaron todas las explicaciones del oficialismo y su plétora de pararrayos que velaron para que no se despierte al león.

 

Indudablemente las economías emergentes en 2018 desmintieron las argumentaciones del escudo anti misiles que protegía al gobierno. Pero dos semanas atrás, la estampida de activos argentinos llegó, y ha respondido exclusivamente a esa afición artesanal de fabricar bombas  caseras. Todas las crisis financieras comienzan igual, fuerte salida de capitales golondrinas que tomaron ganancias desde pesos, pasándose a dólar y regresan a sus bases para reducir la exposición. No son pocos los colegas que creen y, ahora se atreven a expresar que podría ser quimérico el cumplimiento del plazo legal de este mandato. El toque de salva  fue el riesgo argentino -como en 2001- pasó  los 1.000 basis points, cuando el riesgo regional no mostraba ningún incremento. En materia cambiaria, mientras el peso se devaluó 11%, las monedas emergentes no mostraron cambios significativos.

 

“A esta velocidad, hay que decir que la situación puede desembocar en una nueva crisis financiera y social como en 2001”

 

 

El FMI vino a cubrir con una extraordinaria balacera, el escape de los inversores que huyeron con vida.  Ciertamente, lo que más se teme es que se produzca un nuevo default de la deuda pública, frente a un potencial estallido social como el de 2001. Para eso la llaman a Cristina. Quieren que les asegure por escrito que Argentina va a pagar, pase lo que pase, porque al presidente ya no le tienen confianza, ni sospechan su reelección.

 

Hablando de política económica, el paquete de medidas con congelamiento denominado “precios esenciales” y otros estímulos al consumo, no fue bien recibido por los mercados. El anuncio de un manojo de medidas elaborado apresuradamente, fue percibido como la gran contradicción de un gobierno que repentinamente abandona sus convicciones. Recuerde a María Eugenia Vidal contestando la pregunta de, si continuaría el programa Precios Cuidados: “Nosotros no creemos en esas cosas”. Las medidas no proyectan resultados alentadores y transgreden las responsabilidades fiscales asumidas con el FMI, en un momento en que los números se extraviaron de la meta de déficit “primario cero” debido a una recaudación que cayó más de 11% en términos reales y la subestimación del gobierno de los ingresos en concepto de retenciones. En el añadido de los últimos 12 meses hasta marzo, el déficit primario del gobierno nacional supera 2% del PBI, cuando en 2018 fue de 2,6%. Cotejando con 2015, el déficit primario se redujo relativamente como porcentaje del PBI, con ingresos que cayeron menos y un gasto primario que se comprimió. Sin embargo, el déficit global, después del pago de intereses en términos porcentuales -con otra composición-, supera ampliamente el peor antecedente del gobierno de Cristina Fernández.

 

La caída de los ingresos y la mayor dedicación financiera al pago de intereses no obtiene el objetivo de un mejor resultado fiscal global. Es que la recaudación en marzo se derrumbó, con desplome de los  ingresos de la seguridad social que cayeron 18% en términos reales, donde el IVA bruto se hundió 12,5%, la colección del Impuesto a las ganancias descendió 19%, y el impuesto a los créditos y débitos disminuyó 13%.

 

El BCRA y su desafortunado modelo anti-inflacionario, con cinco cambios de política monetaria-cambiaria en siete meses, inquieta. Con cada mal dato de inflación, o rebote del tipo de cambio, se endurece la postura, con más ajuste monetario y sobrecumplimiento de la híper-contractiva política monetaria. Todo esto sucede, en un contexto donde no se detiene, sino que se acelera la inflación a 4.7% en abril (UMET). Para contener los precios o estabilizar la demanda de activos en pesos, se acaba lacerando el crédito y el nivel de actividad económica. Como  consecuencia  de  este  programa  monetario  ultra ortodoxo  con sus sucesivos sobrecumplimientos de base monetaria, ahora la expectativa de emisión de LELIQ es mayor que en la del programa monetario primitivo. El stock de LELIQ está adquiriendo una dinámica explosiva, más peligroso que el que se había constituido con las LEBAC. Es que esterilizar cada vez más pesos requiere implantar más LELIQ. Consecuentemente, si los depósitos caen, la opción exclusiva que tienen los bancos para adquirir LELIQ es restringir el crédito al sector privado. El crédito al sector privado en pesos cayó entre mayo de 2018 y abril de 2019, alrededor de 40% en términos reales, ubicándose en un nivel levemente superior a 7% del PBI. La Argentina que “volvió al mundo y se convirtió en país normal”, la nación de la “lluvia de inversiones” no tiene mercado de capitales, ni puede acceder a los mercados globales y el sector privado no puede introducir obligaciones negociables ni fiduciarias. En este escenario, el crédito al sector privado, único instrumento de provisión de capital de trabajo y financiamiento de proyectos de inversión, ha desaparecido y/o tiene un precio exorbitante. Hoy no existe ninguna actividad industrial o comercial que pueda absorber el costo financiero en la Argentina. Por esta razón la reducción del crédito está llevando a una fuerte desaceleración de la producción, lo que nos encamina hacia un aumento de las presiones inflacionarias, reduciendo el nivel de actividad y empleo. También el crédito de consumo se desmoronó entre mayo de 2018 y abril de 2019 a un tercio en términos  reales,  registrando  una  baja  real  de  más de 4/5% mensual, retrocediendo a una velocidad anualizada de 43% real en el último bimestre.

 

A esta velocidad, hay que decir que la situación puede desembocar en una nueva crisis financiera y social como en 2001. Aunque Cambiemos creyó encontrar en el enfoque corporativo la solución para la Argentina, ahora se da cuenta que “un país no es una empresa” (Krugman), y convoca a su mesa aun a sus archienemigos políticos, porque paradójicamente tiene que restablecer urgente alguna racionalidad más eficiente.

 

 

Revista Desafío Exportar

Fuente: www.NetNews.com.ar

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